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Productividad y vacaciones


¿Aló? Se encontrará Pedro, necesito que me asesore respecto de un tema. No, no se encuentra, está de vacaciones, pero le doy con Pablo que lo está reemplazando. Pablo, con voz gentil me indica que está tomando nota de mi requerimiento, y que lo llame en unos días más por una respuesta. Lo llamo en unos días y me informan en la empresa que Pablo no puede atenderme; está de vacaciones, pero que la buena noticia es que volvió Pedro, así que él atenderá mi requerimiento. Valiosos días perdidos.


Distinto es llamar a Europa durante el mes de agosto (equivalente a nuestro periodo estival), en donde no es fácil conseguir diversos productos o servicios pues están, si bien no todos pero una importante mayoría, de vacaciones. Como ejemplo un botón. En la construcción saben bien que al comprar un ascensor de marca europea, tienen que programar muy bien sus tiempos, pues durante el citado mes de agosto, tanto la empresa A que provee los motores del ascensor, como la empresa B que provee los sistemas electrónicos, estarán operando a baja capacidad producto de las vacaciones.


Así, ya en el ocaso de las vacaciones, y prontos a retornar a nuestro año regular con el ajetreado marzo, es bueno preguntarnos sobre la posibilidad de ponernos de acuerdo como país, en torno a una fecha relativamente fija para salir de vacaciones. Hoy en día, desde las fiestas de diciembre, hasta fines de febrero, tenemos un desfile de gente entrando y saliendo que no hace más que ralentizar procesos, perder eficiencia y causar una serie de efectos negativos en cadena, desde no encontrar a Pedro para asesorar a sus clientes, hasta demoras en la entrega de productos, entre otros.


Podríamos incluso pensar en mejorar la productividad de nuestra mano de obra, la que es casi duplicada por el promedio de los países OCDE (Chile=51,2 versus OCDE=90.8 PIB/trabajador), ya que como bien indica el investigador del Centro Latinoamericano de Políticas Públicas y Sociales de la PUC, Carlos Acuña, el chileno no es flojo, sobre todo considerando nuestra extensa jornada laboral, es sólo que necesita más herramientas y mecanismos para mejorar su productividad. ¿Por qué no pensar entonces en optimizar nuestro periodo de vacaciones como uno de esos mecanismos?


En concreto, nos vamos todos de vacaciones, por ejemplo entre el 25 enero y el 15 de febrero (15 días hábiles aprox.), conscientes de que quien se reúse a tomarlas, a la larga tendrá que igual hacerlo, pues cuando quiera comprar un hormigón (por citar otro ejemplo de construcción), no podrá porque la empresa que provee el cemento está de vacaciones, la que provee los áridos también, y por supuesto los operadores de la planta. Sumado a la posibilidad de tener un verdadero y reparador descanso, porque convengamos que Pedro, que estaba plácidamente de vacaciones, tampoco descansó mucho, porque durante dicho periodo igual lo estuvo llamando Pablo para un sinfín de dudas de los clientes de Pedro, que Pablo no pudo atender, entre ellos yo.

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