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La cultura de la inmediatez y su efecto en la educación

Whatsapp, Facebook, Twitter, LinkedIn, chat, “la nube”, Skype, Dropbox, Gmail, y un muy extenso etcétera, forman hoy parte de nuestro léxico cotidiano. Tan “tecnologizados” estamos que ni siquiera necesitamos sentarnos frente a un computador, ya que con cualquier teléfono inteligente, podemos acceder en segundos a nuestros correos electrónicos, cuentas bancarias, las noticias del matutino, etc. Es así como, en ocasiones, cursamos una llamada para conseguir una determinada información, y basta con sólo escuchar “se la enviamos por correo”, para que ya comencemos a desesperarnos transcurridos unos minutos, porque en nuestro teléfono no ha aparecido la “ventana” con el mensaje de correo nuevo o entrante. Es la cultura de la inmediatez.


Es esa misma inmediatez la que ha ido calando hondo en los jóvenes, quienes desde pequeños están expuestos a toda esta tecnología, la que además manejan mejor que los adultos. En educación por ejemplo, el impacto de dicha tecnología ha sido tal, que hoy un padre pregunta a su hijo ¿y por qué estás metido en Facebook, si tienes un examen mañana?, a lo que el joven raudo responde: es que estoy estudiando “online” con mis compañeros (vía chat). Por otro lado, hoy sólo bastan unas pocas fotografías con un celular, a los apuntes tomados en aula, para que en cuestión de segundos aquel alumno que faltó a clases, tenga acceso inmediato (vía Whatsapp por ejemplo), a las materias que, otrora, hubiese tenido que transcribir a mano durante toda una tarde. Hoy todo es instantáneo.


Pues bien, es precisamente esta cultura de la inmediatez la que está llevando a nuestros alumnos a un peligroso relajo. No es menor la tentación de querer extrapolar la velocidad de un “click” de mouse o un “enter” del teclado, al ámbito del aprendizaje. Esa sensación de instantaneidad hace que los alumnos quieran todo ahora, y en lo posible, con el mínimo esfuerzo.


Hoy los alumnos pueden escuchar con atención, e incluso hasta con pasión, el relato de aquel chiquillo pobre que luego de haber estudiado en la escuelita de barrio, logra después de largos años de esfuerzo llegar a la universidad, desde donde se tituló de médico, ingeniero o abogado, llegando a ser hoy un exitoso y reconocido profesional. Sin embargo, al recoger las opiniones de estos alumnos respecto al relato, la frialdad de sus respuestas petrifica: me gustaría llegar a ser tan exitoso como el profesional de la historia, pero sin tanto sacrificio, e idealmente en la mitad de tiempo.


Es necesario entonces, reestudiar la forma en la que el profesor se conecta con el alumno en aula, de manera tal que este último entienda que no todo es instantáneo, y que no todo en la vida está “a un click de distancia”. Es vital que el educando comprenda que la adquisición de conocimiento es un proceso lento, y que no sólo toma muchos años, sino toda la vida... bastante más que los milisegundos de un mensaje de chat, o un post o tuit en una red social.

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