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Educación Superior, cuando la gratuidad no lo es todo


En medio del proceso de reforma educacional al que se enfrenta nuestro país, aunque con matices, pareciera haber consenso sobre la necesidad de fortalecer la educación pre-básica y en abordar el complejo tema de la desmunicipalización. En cuanto a la Educación Superior, la respuesta surge espontánea en casi todos los sectores: gratuidad, o para todos, o para aquellos que no puedan pagar.


Ahora bien, como parte del proceso formativo de los profesionales y técnicos de nuestro país, hablar seriamente de gratuidad se hace necesario, aunque es sólo una parte del amplio abanico de problemáticas que debe abordar la Educación Superior chilena.


Los alumnos, por su parte, exigen que las carreras sean gratuitas. No obstante, con la misma fuerza, exigen también infraestructura de primer nivel (laboratorios y equipamiento de vanguardia, buenos salones de clase, etc.). El problema se agrava aún más en las carreras del área tecnológica, las que muchas veces requieren de equipamiento docente, que puede llegar a costar decenas de millones.


Adicionalmente, los alumnos requieren programas académicos actualizados, y acordes a las nuevas tendencias educativas en el mundo, por ejemplo, la formación por competencias, entre otras. La implementación de estas importantes reformas curriculares exige cuantiosas inversiones, las que en gran parte son absorbidas por las mismas Casas de Estudios (los financiamientos MECESUP no siempre alcanzan).


Pero existe un tema aún más complejo: los profesores. Hoy por hoy, los alumnos universitarios exigen, y sin duda merecen, ser formados por académicos de elite en sus distintas disciplinas; hace ya algunos años que la Licenciatura no es suficiente, el Magíster es una exigencia mínima, y el Doctorado es el común denominador, como requisito para ingresar a un importante número de Instituciones de Educación Superior chilenas. A este respecto, el Estado lleva años invirtiendo en formación de capital humano avanzado, a través de cursos de idiomas, becas de postgrado, pasantías, etc. Lamentablemente, este importante esfuerzo no ha sido suficiente, ¿cuántos Doctores en Dinámica de Suelos, tan importante disciplina en un país sísmico como el nuestro, escucha uno siquiera nombrar? Seguramente ninguno, porque en nuestro país estos profesionales de elite, potenciales académicos universitarios, se cuentan con los dedos de una mano. La razón, el sistema de educación superior chileno no tiene la capacidad, principalmente económica, para cautivar, ni mucho menos retener, a este capital humano avanzado, tan necesario en las aulas de la Educación Superior de nuestro país.


Todo lo anterior, se debe principalmente a que, en Chile, las Casas de Estudios Superiores, las serias por supuesto, hacen importantes esfuerzos para mantener relativamente acotados los aranceles cobrados a los alumnos. ¿Y las Reformas Curriculares, Infraestructura y Capital Humano? Sí, pero luego.


Así entonces, ¿es importante plantear el tema de la gratuidad en la educación superior chilena? Sin duda alguna. El punto es, ¿hasta cuándo seguimos viéndola como la panacea, relegando a un segundo plano cuestiones como la inversión en reformas curriculares y pedagógicas, infraestructura y retención de capital humano avanzado, que puedan asegurar la calidad de la formación entregada a los futuros profesionales de nuestro país?

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