Innovación y Bío-Bío

Con los años hemos visto como Biobío ha caído de un 15 a un 8% de aporte al PIB nacional. Lo que otrora fue nuestro sello industrial se ha ido desvaneciendo. Hoy, cuando somos consultados por nuestros problemas, respondemos siguiendo la tendencia nacional: educación, salud, vivienda; muy pocas veces hablamos de productividad, emprendimiento o innovación. Lo anterior tiene que ver tal vez con lo árido que nos parecen estos conceptos, cuánto más el último, innovación. ¿Qué es? ¿Para qué sirve? ¿Cómo se relaciona con nuestros problemas regionales? Ahí el meollo del asunto. Innovar es más que una buena idea, invento o creación. Innovar es aquella buena idea, pero puesta en valor, y por ende, un concepto dinamizador de toda economía.

No se trata de una tarea fácil. Para los economistas estamos viviendo en la denominada “trampa” de los países de ingreso medio. Aquel estado de régimen en el cual entran los países en vías de desarrollo como el nuestro, en donde la ciudadanía siente que el país no está tan bien, pero tampoco tan mal, por lo que podríamos seguir viviendo de nuestros commodities durante los próximos 20 o 30 años, y quizás ni lo notaríamos. Nuestra región no puede darse el lujo de permanecer en esta trampa. Así, en vez de seguir en este estado de régimen, lo que necesitamos es sofisticar y diversificar. Sofisticar, porque así agregamos valor. Diversificar (dentro de un clúster previamente definido, por ejemplo, la madera), pues así minimizamos riesgos. La innovación es la respuesta para hacerlo.

Además, necesitamos innovar a través del apoyo a nuevas industrias, como las creativas. Ciudades como Bilbao o Nueva York, han logrado resistir en gran medida los embates económicos adversos (a su industria pesada la primera, y a la financiera la segunda), gracias a estas denominadas “Industrias Creativas” (gastronomía, moda, diseño, música, etc.). No menos importante es la construcción de Capital Social, pero eso sí, incluyendo a los “decision-makers”; no sirve de mucho innovar, emprender o crear capital social, si quienes toman las decisiones políticas, comerciales, académicas, etc. no participan del proceso. Así entonces, capital social y apoyo a nuevas industrias son simplemente indispensables.

Por otro lado, es necesario apoyar fuertemente a nuestras empresas regionales, no sólo a las grandes como Asmar, Enap o Huachipato, sino también a todas aquellas que estén dispuestas a innovar, exponiéndose al riesgoso “fallo de mercado”. No nos equivoquemos al interpretar el modelo norteamericano, creyendo que todo lo hace el mercado; Google no habría sido lo que es hoy sin apoyo estatal. Para tranquilidad de todos, en buen camino vamos, pues iniciativas como la Agenda de Productividad, Innovación y Crecimiento, ponen en el centro a la innovación. Hoy por hoy, lo mismo ocurre con otras iniciativas estatales como la Estrategia Regional de Desarrollo para nuestra región del Bío-Bío.

Tan importante como todo lo anterior, es que para llevar a cabo todo esto en regiones, se avanza a paso firme hacia la descentralización, la que busca traspasar competencias, recursos, y autonomía en la elaboración de planes e instrumentos de fomento productivo con foco regional. Pues bien, un buen ejemplo de que la descentralización de servicios funciona, es precisamente una agencia de innovación por todos conocida, con carácter y competencias eminentemente regionales; Innova Bío-Bío, la que durante años ha permitido apalancar recursos de apoyo a los proyectos de alto riesgo tecnológico y comercial. Por otro lado, también desde regiones, el Gobierno acaba de apoyar la iniciativa del primer Parque Científico y Tecnológico de Chile en la ciudad de Concepción, el cual con sus 45 hectáreas debiera marcar todo un hito en términos infraestructura para avanzar en I+D+i. Recursos e infraestructura, y por cierto lo más importante, las personas.

Frente a dicho desafío, las personas, es menester entonces referirse a su formación académica. Específicamente respecto a la importancia de la innovación y el emprendimiento, como contenidos fundamentales en la formación de los alumnos que hoy cursan asignaturas en aulas universitarias, de institutos o de centros de formación técnica, ¡cuánto más aquellos educandos que lo harán en los próximos años! A este respecto, al observar experiencias norteamericanas o europeas, es posible apreciar que los programas académicos contemplan profusamente la innovación y el emprendimiento, tanto así que en algunos casos los alumnos optan por dejar sus carreras y apostar por sus propios negocios. Lo que se necesita entonces es fortalecer, por medio de potentes y agresivos programas educativos, la incorporación de estos conceptos no sólo en el aula, sino también fuera de ella, aumentando el “hambre” de nuestros jóvenes por apostar por ideas y proyectos de alto riesgo.

En suma entonces, si hoy ya existe conciencia de la importancia de la innovación, junto a la existencia de una importante cantidad de recursos, además de importantes obras de infraestructura que vienen en camino (no sólo el Parque Científico y Tecnológico, sino que también iniciativas como el Hub de Emprendimiento de Corfo, o los Centros Regionales de Transferencia y Licenciamiento y el de Vigilancia Tecnológica, iniciativas lideradas por Innova Bío-Bío), la pregunta es ¿qué necesitamos para consolidarnos como la capital de la innovación en Chile? Algo muy simple, voluntad y fe de parte de nuestros conciudadanos. Voluntad para innovar y emprender, y fe para creer que sí, se puede. Muchos años y gobiernos evangelizando sobre el cómo; ahora es el cuándo.

Finalmente entonces, para que todo esto resulte tenemos afortunadamente lo más importante: Talento; recurso humano capaz de abordar tamaño desafío, retomando nuestro cetro de segunda región de Chile, por qué no la primera, y alcanzar finalmente el tan anhelado desarrollo. Es como un sueño, es cierto, pero en la medida que no dejemos de soñar, siempre será posible transformar a nuestra región en la capital de la innovación y el emprendimiento de Chile.